viernes, 27 de junio de 2008

Los Dones del Espiritu Santo

Veamos lo que pablo enseña sobre los Dones en el capitulo 12 de Primera de Corintios.

Comienza en este capítulo la sección de la Epístola que trata de los dones cor. espirituales o carismas. Aquí, el apóstol, I. considera su origen, su variedad y su uso (vv. 1-11). II. Compara su uso a las funciones de los distintos miembros del cuerpo humano (vv. 12-26). III. Declara que la Iglesia es el Cuerpo de Cristo (vv. 27-30). IV. Termina con una exhortación a seguir, ante todo, el camino más excelente (v. 31).
Versículos 1-11
Esta materia de los dones o carismas espirituales requiere una introducción para comprender bien su naturaleza y alcance, sin ex¬tendernos en demasiados detalles, propios más bien de los manuales de Teología. Bastará, por ahora, con lo siguiente:
1) La gracia (gr. khá-ris) es un don emanado del favor de Dios para la salvación personal de los que creen con fe genuina (v. Ef. 2:8), mientras que los dones (gr. tíiarísmata) espirituales que aquí se mencionan van directamente en¬caminados a la edificación de la comunidad, del cuerpo que es la Iglesia.

2) De ahí que la posesión de estos dones no es señal clara de que el que los posee sea salvo, como puede verse por Mateo 7:22, 23 y por los versículos 1-3 del capítulo 13 de esta misma Epístola. Así, pues, una iglesia rica en toda clase de estos dones, como la de Corin-to(l:7), estaba llena de carnalidad.

3) Como el propio Satanás puede disfrazarse de ángel de luz (2 Co. 11:14) y la psicología humana es tan complicada, de forma que el propio corazón puede engañar a la persona (Jer. 17:9), es preciso seguir algunas normas seguras de discernimiento de espíritus, para probar si los espíritus proceden de Dios (1 Jn.4:l). El mismo Juan expone los tres «tests» que sirven para dicha prueba:

(A) El «test» de la ortodoxia (1 Jn. 4:3): «Todo espíritu que no confiesa Jesucristo ha venido en carne, no procede de Dios». ¿Se atienen, tanto ios dirigentes como los demás miembros de la congregación a todas las verdades enseñadas por la Biblia; en especial, a todo lo que con¬cierne a la persona y a la obra del Señor Jesucristo? ¿Se da o no se da a la predicación del Evangelio y al estudio de la Palabra de Dios el lugar relevante que les compete?

(B) El «test» de la conducta (1 Jn. 3:10): «En esto se manifiestan los hijos de Dios y los hijos del diablo: todo aquel que no practica justicia no es de Dios, y tampoco el que no ama a su hermano». No hay cosa peor que usar poderes espirituales y echar mano de afirmaciones ortodoxas para saciar el propio orgullo personal y la satisfacción de la carne (comp. con Col. 2:23; Tit. 1:16). Dijo el Señor que por los frutos los conoceremos (Mt. 7:20). ¿Responden las obras a los dones que dicen poseer? ¿Sir¬ven esos dones para edificación de la iglesia o más bien causan divi¬sión dentro de ella?

(C) El «test» de los métodos empleados (1 Jn. 4:5): «Ellos son del mundo; por eso hablan como del mundo, y el mundo los oye». En especial, hay dos dones, el de sanidades (v. 9) y el de lenguas (v. 10), que requieren un discernimiento especial, por la sencilla razón de que los pode¬res naturales de la mente (sugestión mediante la voz, el gesto y el ambiente) llegan a producir efectos similares a los que proceden del Espíritu de Dios, como lo ha demostrado abundantemente el psiquiatra inglés W. Sargant en su libro TheMind Possessed. ¿Perdura el cambio efectuado en la persona afectada? ¿Se nota en la práctica un pro¬greso espiritual? ¿Sube el nivel espiritual de la congregación de puer¬tas adentro y en su impacto misionero? Si no se puede responder afirmativamente a estas preguntas, resultan sospechosos los métodos empleados. Con estos prenotandos, pasamos al análisis de la porción.

1. Por la forma con que Pablo comienza la porción, se ve que también aquí responde a preguntas de los corintios (v. 1): «Y en cuanto a los espirituales (lit.), etc.». Es opinión casi unánime que ha de suplirse «dones», conforme al contexto posterior, no «hombres». ¿Qué es lo que Pablo no quiere que los corintios ignoren? (v. Ib). Los versículos 2 y 3 vienen a dar la respuesta, a primera vista, extraña, pero que explica la diferencia entre los fenómenos producidos por el Espíritu Santo y los producidos por los demonios. En el versículo 2, les hace a la memoria que, cuanto eran paganos, se les extraviaba llevándolos a los pies de los ídolos mudos. Sin embargo, allí recibían respuestas por medio de oráculos inventados por los sacerdotes de los ídolos, y allí en¬traban en trance (como ocurre aún en muchas tribus idólatras, bajo el influjo de los hechiceros, etc.), hasta sentirse poseídos por los espíritus de los dioses, de los antepasados, etc.

2. Esto le lleva, en el versículo 3, a establecer una norma general para distinguir los impulsos del Espíritu Santo de los de los espíritus malignos, pues eran éstos, en definitiva, los que se ocultaban tras los ídolos. Dice J. Leal, sobre el versículo 2: «Parece que Pablo piensa en los extáticos paganos, verdaderas víctimas de los demonios... Los fenómenos extáticos, como tales, no son señal del Espíritu Santo». La norma es que ningún ser humano que hable mal de Cristo puede estar bajo la acción del Espíritu Santo. «Jesús es anatema» (lit.), esto es, «maldito» (comp. con Gá. 3:13) era el grito de los judíos enemigos del Evangelio, como puede deducirse de Hechos 13:45 y lugares parecidos (comp. con el «escándalo» que menciona en 1:23 y Gá. 5:11). Por otro lado, «nadie puede decir. Jesús es el Señor, sino por el Espíritu Santo» (v. 3b). Por supuesto, cualquier incrédulo puede decir: «Jesús es el Señor» de labios para fuera, pero no de corazón y con el poder espiritual que se requiere para que dicha profesión de fe se refleje en la conducta e incluso en el martirio, cuando a los cristianos querían forzarles a reconocer la divinidad del emperador, y que dijesen: Káisar Kyrios: «César es el Señor».

3. Pasa luego, en una formulación que muchos consideran trinita¬ria (implícitamente), a declarar el origen de los dones espirituales (vv. 4:6).
(A) «Hay diferencias de carismas (lit.), pero el Espíritu es el mismo» (v. 4). Como se está refiriendo a los dones espirituales, comienza por el Espíritu, como dispensador directo de todo don (comp. con Ro. 5:5, donde se ve que el propio Espíritu es el gran Don). Dice L. Morris: «Es obvio que los corintios usaban los dones como un medio de fomentar la división. Consideraban la posesión de tales dones como motivo de orgullo y se enfrentaban unos con otros sobre la base de tal o cual don. Pablo insiste en que ésta es una actitud incorrecta. Aun cuando reconoce que hay diversidad en los dones conferidos por el Espíritu, el Espíritu es el mismo. El Espíritu no lucha contra sí mismo».

(B) «y hay diversidad de ministerios (gr. diakonión), pero el Señor (Jesu¬cristo) es el mismo» (v. 5). En la voz diakonía se puede ver que el ministerio en la iglesia es un servicio. Los ministerios se atribuyen a Cristo por ser Él la Cabeza de la Iglesia, y con ello se recuerda a los que ocupan puestos de liderato y responsabilidad en las congregaciones que no son «señores» de la grey (v. 1 P. 5:3), sino servidores, a ejemplo de Aquel que no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida (Mt. 20:28).

(C) «y hay diversidad de actividades (energuemáton), pero Dios (el Padre) que efectúa (gr. ho energón) todas las cosas en todos, es el mismo». Unas breves observaciones ayudarán a entender mejor este versículo: (a) El vocablo griego enérgueia es el poder (dúnamis) en acción. Las actividades (mejor que «operaciones», vocablo que se presta a confusiones) concretas, «actualizadas» en cada situación, se expresan en griego con el vocablo enérguema, pues el sufijo ma indica el objeto (como en kríma, sentencia, en contraste con krísis, juicio, la acción de juzgar), (b) Las actividades a que Pablo se refiere aquí son sobrenaturales, en virtud de los dones del Espíritu. En ellas actúa, pues, directamente el Padre, quien actúa (gr. energueí) en nosotros tanto el querer como el hacer para nuestra salvación (Fil. 2:12,13). A Él se debe el efectuar milagros (v. 10, comp. con Jn. 14:10,11, entre otros lugares de Juan).

4. Después de afirmar que cada uno recibe para provecho común el don respectivo con el que se manifiesta el poder del Espíritu Santo en la comunidad eclesial, el apóstol da una lista de nueve dones (la lista no es exhaustiva; comp. con el v. 28):

(A) «Habilidad de hablar con sabiduría» (v. 8) tiene relación con la penetración profunda en las verdades de la fe, mientras que la «habilidad de hablar con conocimiento (mejor que «ciencia», término que resulta hoy ambiguo) tiene que ver con la capacidad de adquirir información correcta sobre las verdades bíblicas y de exponerlas con claridad y precisión a los oyentes, aunque Arndt y Gingrich hacen notar que Pablo asocia el vocablo gnósis con misterios, revelaciones y profecías (v. 13:3; 14:6). En todo caso, el término no tiene nada que ver con la «gnósis» de las religiones mistéricas y del teosofismo.

(B) Después de este par de dones que dicen relación especial con la mente de quienes ejercen el ministerio de la Palabra (van en cabeza por ser los más importantes; comp. con los del v. 28), vienen tres que se relacionan directamente con la acción: «fe» (v. 9), no la fe que justifica, sino la que «traslada montañas» (comp. con 13:2), es decir, una seguridad sobrenatural de que la persona sirve a Dios de instrumento para obrar maravillas; «dones de sanidades»; el plural indica, quizá, que no todos poseían el mismo don para las mismas enfermedades; «actividades de poderes» (lit. v. 10), es decir «el don de efectuar milagros». El griego expresa el elemento de «poder», y por eso se usa con frecuencia en los casos de milagros llevados a cabo por Jesús.

(C) Vienen después un par de dones relacionados con una especie de inspiración divina, tanto para profetizar (v. lOb) que, en el capítulo 14, adquiere especial relevancia, pues sirve «para edificación, exhortación y consolación» (14:3), como para discernir los espíritus (v. lOc), don que, en la primitiva Iglesia, cumplía una función necesaria en casos difíciles, especialmente antes de que el canon del Nuevo Testamento estuviese completo. Aunque todo creyente disfruta, en alguna medi¬da, de este don (v. 1 Jn. 2:20, 27; 4:1), tiene aquí un sentido específico.

(D) Finalmente, vienen dos dones realmente extraordinarios y que guardan íntima conexión entre sí (v. 10, al final): el don de lenguas y el de interpretación de lenguas. El don de lenguas de que aquí se habla no debe confundirse con el milagro de Hechos 2:4 y ss., en que los apóstoles hablaban en su propia lengua, el arameo, y los oyentes les entendían cada uno en la suya propia. Dice L. Morris: «El don del que habla Pablo no servía para que los demás pudiesen entender mejor al que hablaba, sino tal que ni el mismo que hablaba se entendía a sí mismo. El sentido de Pablo parece ser el de expresiones pronunciadas como en éxtasis, en lenguaje desconocido y bajo la influencia del Espíritu. Después de este don, Pablo habla de la interpretación de las lenguas. Éste era el don por medio del cual Dios hacía inteligible lo que había quedado oculto a todos en las expresiones extáticas a las que acabamos de referirnos» (el subrayado es suyo).

5. En el versículo 11, Pablo declara que todas estas cosas tan diversas (nótese el helero, que da paso a especie distinta, delante de «fe», así como de «géneros de lenguas», en contraste con el alio, otro de la misma especie, que precede a los demás dones) las efectúa uno solo y el mismo Espíritu (lit.), lo que pone de relieve la unidad de propósito en Dios, y por tanto, la unidad que ha de mantener la iglesia en el uso de los dones, por diversos que éstos puedan ser. El Espíritu es el que «los distribuye a cada uno en particular, según su designio» (v. llb, NVI). «Ese cada uno en particular, dice Morris, es una advertencia de que Dios nos trata como a individuos», es decir, no como a una masa amorfa. LA CONSECUENCIA PRÁCTICA DE TODO ESTO ES QUE TODO MIEMBRO DE IGLESIA POSEE ALGÚN DON (en el Cuerpo no hay miembros inútiles) Y ES DEBER DE LOS PASTORES RECONOCER¬LO, ANIMARLO Y UTILIZARLO.

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