Colosenses 1:18 dice que la Iglesia es el cuerpo de Dios. Él no tiene otros brazos con los que abrazar a este mundo, que es digno de compasión, que no sean los nuestros. El amor es la característica más importante de Dios. Yo creo que nosotros somos su cuerpo sólo en la medida en que mostremos evidencia clara de Su compasión. Una Iglesia sin amor no es Su Iglesia. El amor de Dios que fue encarnado en Jesús debe ser encarnado en Su Iglesia. Filipenses 2:5 dice, “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús”. La Iglesia es la evidencia presente de lo que leemos acerca de Jesús en los evangelios. Si me lo permite, me atrevería decir que la Iglesia es Su hija; la encarnación de Su Espíritu.
La Iglesia debe ser una Extensión del Día de PentecostésEl propósito del evangelismo no es convertir a la Iglesia en una agencia de publicidad eclesiástica o en una sociedad para la propagación de su propia existencia. El evangelismo comenzó el Día de Pentecostés cuando las personas hablaron en otras lenguas, profetizaron y fueron bautizadas en fuego. Si la Iglesia no es así – si no tiene fuego, si no hay lenguas, ni profecías, ni evangelismo, ni predicaciones poderosas acerca de Cristo y de la Resurrección, y si no tiene la certeza de la victoria y de la promesa - ¿Cómo es posible que una persona racional pueda identificarla como la misma Iglesia? ¿Quién puede reconocer que esa sea la misma Iglesia que existió en Jerusalén en el año 30 AD si no tiene ni el poder ni la manifestación del Espíritu de Dios? Una Iglesia así lo único que posee es el proceso natural de éxito, organización, habilidades intelectuales, sabiduría humana, valor y energía. Si nos basamos en esos valores solamente, la Iglesia se convierte en una coraza hueca.
¡La Iglesia de Pentecostés Demostró que Jesús Vive!
Cuando Jesús habló de la Gran Comisión, lo hizo delante de doce hombres comunes y corrientes. A esos hombres les debe haber parecido que Jesús les estaba pidiendo algo imposible. Nunca antes, ningún rey ni dictador, había esperado tanto de tan pocas personas. Sin embargo, Jesús si lo hizo. Usted puede saber quién es el verdadero Jesús porque Él pide lo imposible. Así es como lo podemos identificar. Jesús es así siempre – pidiéndonos que hagamos aquello que va más allá de nuestras habilidades naturales. ¡Mata a Goliat! ¡Sé un gigante, no un saltamontes! ¡Mueve montañas! ¡Sé perfecto! ¡Camina sobre las aguas! ¡Sana a los leprosos! ¡Resucita a los muertos! ¡Instruye a las naciones! ¡Predica el Evangelio a toda criatura! La idea de ser aptos para realizar la encomienda de la Gran Comisión sin tener el poder Pentecostal es ridícula. Cuando Jesús nos pide lo imposible, Él se encuentra ahí, el Cristo vivo, para hacerlo posible. Ese es el principio fundamental de una vida con Jesús. ¡Toda la gloria es de Él! ¡Aleluya!
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